miércoles, 27 de junio de 2012

Primer batallón uruguayo en Camboya.

Cnel Arquímedes Cabrera.

Un recuerdo: A 20 años del despliegue del primer batallón uruguayo en Camboya.

“Ese lluviosos 27 de junio de 1992 vio llegar al aeródromo de Stung Treng, en el lejano noreste de Camboya, los cuatro primeros vuelos de los C 160 Transalt transportando 37 hombres y cuarenta toneladas de material como avanzada del despliegue del Batallón Uruguay en Camboya.

La integración fue la siguiente: 2do Comandante de Batallón al mando, Jefe S-1 Mayor Devercelli, Jefe de la Sección Logística Tte 1ro. Andrés Passarino con 5 hombres, Jefe de la Sección de Ingenieros Tte 1ro. 

German Weigel con 20 hombres y el Jefe de la Sección de Comunicaciones Tte 1ro. Alfredo Ramirez con 7 hombres.

Como transmitir las vivencias de aquellos hombres que de improviso de encontraron en medio de un área desconocida, con temperaturas extremadamente altas y bajo condiciones meteorológicas totalmente adversas?

Aún hoy perdura en las retinas de quienes tuvieron el privilegio de vivir esas horas históricas del despliegue de nuestra Unidad en el área de operaciones mas dura e inhóspita de la misión de Naciones Unidas en el sudeste asiático. La imagen de un aeródromo desolado, la proximidad de la selva, la lluvia pertinaz, el barro. Los mosquitos y los a menudo inquietantes puntos luminosos que surcaban el cielo plomizo seguido del clásico repiquetear de las armas automáticas y sordas explosiones de esporádicos disparos de morteros o cohetes.

El Oficial de informaciones, Mayor Picabea que se encontraba en el área desde hacía varios días, se presenta al 2do Comandante de Batallón y rápidamente lo pone al tanto de la situación.

La lucha contra la naturaleza es desigual. Los hombres a pesar del agobiante calor y de estar empapados hasta los huesos, luchan frenéticamente por proteger el equipo, levantar carpas, cavar zanjas. Las cajas de raciones ruedan por el agua y a esa altura nada escapa a la humedad que todo lo invade. Una cámara filmadora que se había llevado pronto queda fuera de servicio.

No hay tiempo ni de sacar las armas de las bolsas de impedimentas, cae la noche y el pequeño grupo de Charrúas queda dividido.

Los ingenieros ocupan posiciones en el aeródromo y el grupo logístico y de comunicaciones levanta dos carpas en una posición próxima a la Villa de Stung Treng¨.

El comandante del grupo avanzado es guiado hasta el centro de la villa, adonde se encuentra el puesto comando de la fuerza de tarea francesa, a cargo del área desde hacia tres semanas a la espera de los Orientales para ser relevados.

A la débil luz de una lamparilla alimentada por un ruidoso pero poco efectivo generador, se realizan las presentaciones entre los oficiales y rápidamente el comandante francés pone en situación al uruguayo a través de una corta exposición sobre la carta de situación.

La situación es tensa, en la villa se respira el temor y las calles desiertas, pobladas únicamente de perros hambrientos que entretienen sus largas noches de vigilia aullando permanentemente, muestran a los recién llegados un panorama poco alentador.

Los oficiales franceses agasajan a los uruguayos con una cena local en un pequeño y miserable restaurante de tablas y palmeras. La dueña recibe a los recién llegados diciéndoles que son bienvenidos pero lamentando que no hubieran llegado antes. Al preguntársele el motivo, el intérprete informa que a su esposo lo había matado el Khmer Rojo hacia apenas un mes.

Ese pequeño restaurante sería adoptado mas tarde por muchos integrantes del Bn. Uruguay y bautizado ¨El Charrúa¨ luciendo hoy día un cartel en su entrada escrito en español y en Khmer.

Finalizada la cena los franceses se retiran a descansar mientras que los jefes uruguayos quedan trabajando sobre la carta de situación planificando los reconocimientos del área.

Esa misma noche del 27 de junio, de regreso al campamento próximo a la villa, los jefes encuentran un pequeño fogón matrero protegido de la lluvia apenas por un nylon y una lata chamuscada con agua.

De la sombra surge el “alto quien vive!!!” y luego del reconocimiento de rutina, se aproximan los dos centinelas, pero esta vez en lugar del clásico “sin novedad” al que estábamos acostumbrados en tiempo de paz, el curtido rostro del Cabo Morales de la sección logística, mira atentamente al comandante recién llegado y le dice “Ta´ brava la cosa mi comandante, no?”. Y observando a la selva circundante sumida en completa oscuridad, agrega “No importa, acá vamos a hacer la pata ancha” y luego de acomodarse el machete que portaba atravesado a la cintura ofrece un mate a sus superiores. En ese momento, los oficiales se percatan que los centinelas, aún no habiendo tenido tiempo de sacar las armas, que venían desmontadas en las impedimentas, portaban sus machetes al mejor estilo del facón criollo.

Estos pequeños hechos fueron sellando a fuego el espíritu que semanas mas tarde destacaría al Batallón Uruguay en esta misión.”

Extractado del Libro “Operación Camboya”

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